martes, 23 de noviembre de 2010

Cielo negro bajo mis pies.


 

Me tomo por debajo de los brazos y se lanzo conmigo al vacio. Creí que moriría, estaba realmente asustada. Ya en posición firme, comenzó a desplumarme tal si fuera el una bestia hambrienta y yo su único alimento. Sentía como penetraba en mi su mirada eufórica mientras yo sufría en silencio,era realmente desgarrador.
No creo ser capaz de vivir sin pensar en ello, el dolor me consume y no hay nada que pueda hacer al respecto: lo hecho, hecho esta. Por las noches, siento que las sombras se mueven y se convierten en el, reviviendo aquel momento, me siento respirar aquel mismo aire impregnado de su aroma, siento sus manos acariciar mi rostro y luego abofetearlo por puro placer... No puedo dormir, siento que me observa todo el tiempo, tengo mucho miedo.
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Hoy volví a verle, le vi en la calle, me estaba siguiendo y parecía volver por mas. Estoy muy asustada, no quiero dormir hoy en mi casa vacía, sin nadie que me proteja. El muy maldito insiste en que no debería  dormir sola, pero tiene razón, no puedo permanecer en esta casa vacía una sola noche mas.
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¡Maldición! No tengo donde ir y el vendrá por mas... eso lo se.
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Anoche estuvo aquí, lo pude sentir, lo vi aunque fingía estar dormida. Le oí entrar por la puerta principal, como si la casa fuera suya y lo sentí acercarse en silencio a mi habitación en la oscuridad, como si el mismo hubiera ubicado los muebles para no chocar con ellos esta noche. Abrió la puerta de mi habitación y se acerco a la cama un poco mas de prisa, como por miedo a que me fuese a desvanecer, y al verme allí echada, concisa, le oí suspirar y podría jurar que esbozo una sonrisa, lo vi en mi mente.
Se sentó a mi lado y un segundo después ya había desaparecido, como si hubiera sido un sueño, pero se que fue real... lo se.
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No se si esto ha sido simplemente una larga pesadilla, pero ayer me sentí despertar. A la noche me desperté sobresaltada y me vi en mi cama, desnuda y amarrada por las muñecas y los tobillos ya entumecidos. Abrí bien los ojos y me di cuenta de que no era mi habitación, de repente escuche que alguien se acercaba y me sorprendí al ver que no estaba desnuda, no estaba amarrada, sino que me aferraba a la cama con fuerza protegiendo mi cuerpo, mis sentidos me hicieron una muy mala jugada. El se me acerco y me pidió que me relajara, que todo estaría bien, acariciando lentamente mi rostro, mi pelo. Le oí decir que soy suave, aunque en un tono tan bajito que no estoy segura de que fuera eso realmente lo que dijo. Sumergida en aquellas dulces caricias, me deje llevar y solté lentamente la cama, baje la guardia y el aprovecho ese momento para sacarme de la cama de un brinco y ubicarme delante de su rostro, a pocos centímetros, para decirme al oído las palabras que esperaba oír: "Tuyo a la fuerza he sido, tuyo con placer seré..." Me tomo de la cintura y me llevo en su espalda hasta la calle donde me dijo nuevamente: "Tuyo a la fuerza he sido, tuyo con placer seré", solo que esta vez agrego: "Mía con placer has sido, mía a la fuerza serás" y se lanzo conmigo a la autopista con los pies descalzos y unas largas alas para volar al cielo negro que había debajo de nosotros.
No estoy muy segura de que paso realmente esta noche, pero si se que lo disfrute.
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¡Maldita desgracia la mía!

Me siento rara
Tal vez melancólica, tal vez enojada, tal vez decepcionada, tal vez sin ganas de ser.

Como dice M.s.W, Es terrible ser malo en lo único que realmente te interesa. Soy terrible escribiendo.
Debo dejar de llamarme a mi misma escritora. Soy tonta, despistada, estúpida, ¡No se nada!
Me preguntas por Charles y te digo té, me preguntas por Shakespeare y te digo Romeo
¡Soy basura!

Créeme, es terrible ser mala, de lo peor, en lo que más te interesa, en lo que quisieras ser buena
y en lo que, según tu misma, nadie es malo

Hipócrita, además.


Y le dije yo al niño que no, que nadie era malo, siquiera bueno, y aquí estoy, corazón sangrante, herida abierta, tirada por el suelo sollozando

¡Oh, cuan grande es mi desgracia!
Ya quisiera dejar de ser, al menos por hoy, hasta que se me pase.
Ya quisiera ser especialmente buena el algo.
Ya quisiera al menos ser mejor en algo de lo que ahora soy.
¡Ho, como quisiera poder dar vida a todo un universo y ser diosa, y que los demás sean felices con mi locura!
Y que esos, los pochongos, sepan que los amo, y que me lancen huesos mientras yo me arrastro desnuda entre los hierros fríos de las butacas.
Como quisiera poder agradar
¡Como quisiera ser inmortal! Y poder hacer arte, para no morir en el intento sin intentarlo
Y que mami me dejara irme, es más, que ella misma me mande bien lejos de aquí para vivir debajo de un puente de Parí' antes de que se congestionen de artistas las alcantarillas y podamos ser felices los infelices
Y que se me deje llorar, que se me deje llorar bajo mi puente
Y que sea mío ese puente.

Y que por fin llegue el fin.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Enserio, no podía.

Esa noche no quería dormir. Pensé que podría hacer alguna otra cosa, como pensar o escribir.

Tomé algunos libros, una libreta y un lápiz, unos diccionarios y un montón de ideas de cómo matar mi obsesión. Subí al acama y me senté. Comencé a pensar en hombres, esos a los que quiero pero que siempre mal interpretan y que tiene una mala impresión de mí.

Pensé que no soy la única mujer, que esos hombres algún día encontrarían a otra más a aún menos complicada y que probablemente seria pronto, si es que ya no había comenzado a suceder.

Escribí.

En un momento de locura solté el lápiz y comencé a pensar nuevamente. Quise volver as escribir, pero ya era tarde. Me quedé así, sentada, inmóvil, pensando. Sentía como si cada pensamiento me amarraba y no me permitía moverme. Tuve miedo, pero simplemente no podía dejar de pensar.

Cerré los ojos y los apreté fuerte, entonces todo alrededor de mí desapareció y me sentía caer al vacío, recorriendo distancias inimaginables en todas direcciones con cada cosa que llegaba a mi mente.

Sentía que el vacío me tragaba y que yo estaba en todas partes, pero a la vez, la infinita inmensidad parecía tan pequeña como para hacerme sentir asfixia. Me sentía atrapada, sin aire, en una pequeña caja flotando a la deriva en millares de dimensiones diferentes. Quería volver a la Tierra, pero no fui capaz de detener el pensamiento, no pude dejar de pensar.

La desesperación me hizo llorar. Lloraba de la impotencia, y las lágrimas se elevaban en el aire antes de convertirse en la misma nada, o talvez era yo quien caía.

Esa noche intenté ser, pero no pude hacerlo. Todo porque simplemente no podía dejar de pensar.

Grité un nombre que no recuerdo, y me sentí triste al ver que ese a quien llamaba no existía allí, ni en ninguna otra parte. Lloré más amargamente por la soledad. Me sentía sola.

Abrí, al fin, los ojos, pero seguía sola. Me acosté para intentar dormir, pero no podía, así que pensé.

Mira, qué patética.

                                                                             Para Jenifer.

Quieres que te quiera

me haces quererte

pero, ¿y si algún día ya no lo haces más?

¿y si no quiero que me abrases?

¿y si no quiero quererte?

¿y si es demasiado tarde?

¿y si la inmensidad nos consume?

¿y si nos perdemos en la nada?

¿y si el cigarrillo se moja?

¿y si el viento frío no apaga el fósforo?

Si se incendia, finalmente, la casa

¿vendrías a sacarme?

¿me dejarías convertirme en cenizas?

¿avivarías el fuego…

…o lo retarías con tus lágrimas?

¿valdría la pena salvarme?

¿tendrías algo que perder?

¿buscarías a otra?

Si la encuentras

¿cómo sería?

¿tendría lindas piernas?

¿las abrasarías?

¿dormirías recostando tu cabeza en ellas?

¿le besarías el cuello?

Cuando duerma, ¿probarías sus labios,

no para despertarla sino para besarla?

¿tendría un lindo nombre?

¿la querrías más que a mí?

Cuando estés solo, mirando al vacío,

Con cigarrillo en mano y ganas de llorar…

¿me recordarás?

Mala noche esa.

Para Pochonguito y para los de

cuarto y su número veinte y cuatro.

Anoche tuve un sueño:

Estaba de pié, en medio de una iglesia en llamas. Miré por la ventana y vi que la luna abría un hoyo en el sol y se adentraba el él, el sol se congelaba y yo abría los ojos al mundo en el que realmente nos encontrábamos: el solo, la luna, nuestro planeta eran unos pequeños granos de arena en un pequeño hueco en la suela de un pequeño zapato. No somos nadie.

Entraste a la iglesia en llamas y me dijiste que saliera, que morirías solo y me pediste que no olvidara llevarme tu cordura y salí y te vi morir en llamas desde fuera.

Cuando desperté, mi casa se estaba quemando.

III

Se lo dejé bien claro: podía ver, pero no tocar.

II

 

                                Para Guadalupe

 

Poco a poco me fui acercando a ella, hasta llegar a rozar su hombro. Al sentirme allí, justo a su lado, se secó las lágrimas rápidamente creyendo que no lo había notado. Hola, me dijo, y me sonrió. Yo, preocupado, le pregunté por qué lloraba, ella negó haber estado llorando y volvió a sonreír, pero más ampliamente esta vez.

En un repentino atrevimiento, tomé su zurda entre mis manos y le pedí que no fuera tan cerrada conmigo, ella cedió y me regaló todo el brazo sólo para mí. Al ver que estaba tan tranquila ante mi actitud atrevida, me aventé aún más, tomé su mano y la besé como si fuera el mismo vientre que me parió. La besé una y otra vez más, hasta llegar a su mejilla, donde me detuve y la miré atento: estaba sonrojada hasta las orejas. Solté su brazo y tomé su barbilla, la hice mirarme a los ojos y, un segundo después, sentí su boca lanzarse sobre la mía.

Sus labios me parecieron suaves, de rico sabor. Su aliento sobre mi rostro me estremeció, tal como al estremecía a ella mi tacto sobre sus brazos, sus hombros, su rostro. Miró al suelo tímidamente. Y yo la miré a ella. Entonces supimos que ese era el fin, que todo había terminado.

I

Y debo decirlo. En mi barrio hay unas niñas que están bien buenas. Hay una de ellas que me trae loco.

Es de tez clara, mejillas sonrosadas y pronta a sonreír ande el más mínimo asomo de testarudez, ternura o perversión. Sus ojos son café, hipnóticos, y tiene una descuidada melena castaña que le cae sobre la espalda hasta las caderas y que le sienta perfectamente, unas hermosas piernas y unos suculentos pechos superdesarrollazos que intenta cubrir infructuosamente.

Es realmente tierna, casi un ser celestial. Es una niña muy educada. A pesar de su terrible carácter se siente mal si se despide de alguien sin haberle regalado al menos una sonrisa de esas que solo a ella le sientan tan bien. Realmente nunca hemos entablado una conversación pero se, por ese brillo en sus ojos, que es una joven muy inteligente y audaz, que se hace la loca para lavarse las manos, Si, la loca mansa de la calle.

¡Ay, mi niña! Ese retrato que tengo de ella: parada en la acera, la lluvia cae sobre sus mejillas y recorre su bello rostro hasta caer en sus pechos, donde salpican las gotas en gloria y la vida vuelve a empezar. Me mira con esos ojos asesinos y me regala una sonrisa en secreto que nadie más ve. La verdad, me tiene loco.

 

Nota: Cuando lo escribí, me sentia hombre. ¡Ja!

Luisa se cortó las uñas.

Luisa se corto las uñas.

Sintiéndose derrotado, tiró su rey en señal de rendición y se apresuró a marcharse.

Sí, es cierto. Luisa Maria se cortó las uñas y él, sintiéndose derrotado, tiró su rey en señal de rendición y se apresuró a marcharse de allí. Patéticos seres. Me repugnan. Luisa se cortó las uñas, así que ahora todo en este mundo me parece repugnante.

Migue, mi Migue, de lo más tierno, me llama inteligente, porque no hay peor cosa que una mujer bruta que sea, valga la redundancia, bruta.

“Nunca. Qué palabra. ¿Cómo puedes decirla sin estar seguro de que sea así? Es una palabra que reta al destino, No la digas, se puede revertir y darle paso a lo imposible, a lo no esperado […]” Tremenda mierda esa, ¿no?

Antes, cuando éramos estupidamente mediocres, Johan además era un llorón. Ahora, que somos dioses de lo que no nos pertenece, sé que nunca se volverá a dejar intimidar por Luisa y sus uñas largas, pues ya largas no son y Miguel Ángel no es maricón.

Lureida, la muy mimada, lloraba amargamente porque su caballo había resultado deforme y la doña de los cabellos rojos no nos castigó. ¡Pero qué niña tan bella!

No puedo decir que Luisa Maria es cuero, pues puta no es aun si su naturaleza no le permite dejar de serlo. No puedo decir que Lureida no es cuero pues lo es y no, ante eso no hay remedio alguno. No puedo decir que Alejo es gracioso, pues es un hijo de puta de lo peor. Es decir, mis compañeros son solo unos inservibles paqueticos de mierda organizados sobre un grupo de butacas en un estúpido curso.

Luisa se cortó las uñas, Yairenís de fue a San Francisco, Lureida esa una mimada, Alejo es un hijo de puta, Miguel no es maricón, Gerard es algo afeminado, Jazmín solía ser simpáticamente cínica, y yo soy una mierda.

Entonces, se hace necesario decir por qué Luisa se cortó las uñas, por qué Miguel tiró su rey y por qué estamos como estamos. Los viejitos me parecen muy tiernos.

Luisa se cortó las uñas porque le molestaban, Miguel se rindió porque estaba ya aburrido y algo desesperado.

No me gusta que Luisa se corte las uñas, pues realmente disfruto cuando me araña la cara, el pecho, el brazo, mientras yo la penetro salvajemente.

El otro día tuvimos un momento hermoso, el más hermoso que hemos tenido juntos. Yo la observaba mientras ella se masturbaba echada en el piso. Por tener las uñas largas, se hizo una pequeña cortada y comenzó a sangrar un poco. Yo la lamí inmediatamente. Supo delicioso.

¡Mis uñas… me las he cortado!

 

Nota: Esto es una gran mierda. Estaba aburrida y andaba idiota. Además de que esta todo mal escrito. Disculpen.

Lo que sí se respeta.

Lo que sí se respeta.

Ramón esta rodando en el piso ensangrentado y yo, puta al fin, hago mi trabajo.

-¡Bájate los pantalones! No tengo mucho tiempo y se que tu tampoco así que hagámoslo rápido. Tú arrojas el cuerpo y yo limpio la sangre.

Robertico toma el cuerpo ensangrentado y lo arrastra hasta la camioneta, la puta limpia la sangre poquito a poquito con la lengua. “¿Qué diablos estas haciendo?”, le pregunto él, pero no obtuvo respuesta alguna. La puta, pacientemente, termino de limpiar toda la sangre, se desnudo y comenzó a ofrecérsele a Robertico. “Estas loca, puta” fue su si.

La puta tomaba un cigarrillo, lo encendía y luego lo aplastaba en el piso. “¿No fumas?”, “Soy una puta, ¿crees que debería?”, “Se vería elegante, si”. Entonces la puta saco otro cigarrillo, lo encendió y, en vez de aplastarlo en el piso, lo restregó contra las bolas de Robertico. “¡Ay, mierda! ¡¿Tu ‘ta loca ‘e?! ¡Coño! ¡¿Por qué lo hiciste, eh?! ¡Coñazo!”, “Porque sabes bien que no fumo y que puta no soy, idiota”. La puta se marcho, así desnuda como estaba, a paso firme por la carretera vacía con su muerto a rastro.