viernes, 24 de diciembre de 2010

Aqui el que manda soy yo, ¡carajo! (I)

 
Desde ese día no la voivi a ve. Supe que la habían vito varias veces en la barra dei bar de Luisito, pero nunca pude encontraila.
Cruzaba siempre a las diez y quince de la noche poi ei callejón. Supongo que siempre tuve la esperanza de podei veila a esa hora, de día o de noche, donde sea que me encontrara y, de aigún etraño modo, podía seintila conmigo durante cada caminata ai bar de Luisito.
-Dile que venga.
-¿Y por qué no le dice ute? Ya me toy hartando de la maidita mandadera esa. A vei si me deja ya en paz.
-Vaya al conuco y dígale que venga, ahora mismo. Que aquí el que manda soy yo, ¡carajo!
-Aquí nadies manda. A mi nadies me puede mandar. ¡ Ute lo que es es un buen comemierda! Váyase a fumaise un peo y haga lo que le digo, mejoi déjeme en paz.
-A la mierda. Iré yo mismo.
Luisito llego a mi casa faitando doce minutos pa ei año nuevo con una chatica en una mano y un colín sin enfundai en la otra: venia a cortai la hierva de patio y a limpiai ei conuco. Me sorprendió veilo entrai poi ei poitón a esas horas, así que lo seguí.
-¿Qué no es muy tarde o muy temprano, compadre, pa etai en eta vaina? Váyase a su casa a comei pueico y cazabe con su mujei que pa eso e que tamo ahora.
-Yo toi bien asi, compadre, déjeme ute aquí solo un ratico, que voy a deyeibai ahora. No bua podei veni otro dia, poique me voy dei pai.
Me acabo de einterai de que ei compadre Luisito si se fue dei pai. Se fue en yola y se la llevo. A esa mujei a la que he segui poi año na ma pa que me mirara. Maidito robamujere, maidita cuernera. ¡Lo bua mata a lo do!