martes, 3 de enero de 2012

El es la sonrisa perfecta.

Tiene la sonrisa más hermosa, la más perfecta que jamás haya visto. Es la sonrisa más bella del mundo.

Estaba ahí, sentada en un banco del parque Independencia, mirando al Altar. Pensaba en si debía irme o esperar allí, sola, un rato más a mi amor. Usaba jeans corrientes, una blusa a tiros y unos tenis viejos. Hacía frio. Me dieron ganas de haber ido con zapatos altos, falda, maquillaje… Yo qué sé, creo que de lo que me dieron ganas fue de ser otra y no tener que esperar a nadie, y menos a esas horas en las que nadie debería estar allí.

Sabía que estaba sola, lo sentía. Entonces, te digo, me dieron ganas de andar desnuda. Amiga, me sentía sucia, quería verme sucia.

Me desnudé, amiga, en medio del Parque Independencia. Me sentía gloriosa al pensar que los Padres de la Patria lloraban agradeciendo a su dios mi desnudez. Me sentía impúdica, te digo. Y ahí me dieron ganas de nuevo de ser otra y no tener que esperar a esas horas, desnuda y sola, sin nadie que me ame. Amiga, no te asustes pero…

Amiga, querida amiga mía, te digo, tengo miedo. Mucho miedo. Ando desnuda, es tarde y ya me dieron ganas de ser otra y no tener que esperar a estas horas y fumar y tener un mechón de pelo en la cara y cogérmelos a todos, solo porque puedo.

Aquí no hay nadie más, amiga. Estoy sola. Tomé mi ropa y la lancé al zafacón (porque sé que los Padres de la Patria no querían verme vestida nunca más. Lloraban de felicidad, te digo), y me tiré en el piso.

Una vez leí, no sé donde, la historia de una muchacha de buen apellido que se casaba con un pandillero. Ella se había hecho, durante la ceremonia de su boda, una pequeña cortada en el dedo con una rosa, le restó importancia. Durante el camino al pueblo para su luna de miel, ella se iba desangrando, dejando un hilo de sangre en la nieve. “Tu huella de sangre en la nieve”, se llamaba. O algo así. Entonces al llegar al pueblo, fueron al hospital. Ella estaba pálida y eso, así como se ponen los que se van a morir aunque no les toque. Entonces se la llevaron a urgencias y a él no le permitieron verla. Pasaron varios días pero por distintas circunstancias, siempre se perdía la hora de visitas. Tiempo, mucho tiempo después pudo entrar. Solo para enterarse de que su esposa había muerto el mismo día en que la habían ingresado. Es una pura estupidez, amiga.

No recuerdo cuál es la palabra, si “cruel” o “ruin”. Son cosas feas esas, amiga, te digo. Sí, porque entonces si no recuerdas la palabra es como si… ay, yo qué sé. Olvídalo, son tonterías sin importancia.

Sigo esperando, desnuda, con frio. Él no llega, seguro no va a venir ya. Es porque soy fácil de olvidar, es demasiado fácil darle la espalda al hecho de que aun respiro y tengo los mismos sentimientos por él. Es demasiado fácil, me dijo él un día. Demasiado fácil, aunque… ay, no sé. Mejor olvida eso, hoy ando hablando mucha porquería. Olvida eso, ¿sí?

Espera… amiga, ya no estoy sola. ¡Ha llegado! Amiga, ha llegado, al fin. Trae una botella. Es vino, del barato que vende Ana Cristina. Se acerca. Ay, amiga, parece que llora. Llora mi cortedad y mi desnudez. Saca la botella de la funda, se sienta a mi lado. Me ha saludado, amiga. Ha dicho que me ama. Ha abierto la botella y se ha pegado un trago. Me ofrece la botella, “por tu desnudez”, dice. Los Padres están celosos. Creo que esta ebrio. Se quita la chaqueta, la camisa, la franela. Tiene el pecho totalmente descubierto.

Amiga, es hermoso. Tiene la sonrisa más perfecta que jamás haya visto. Es la sonrisa mas hermosa en este mundo. Me sonríe a mí, sonríe para mí. Se suelta la correa, se quita los pantalones, los calzoncillos, las chancletas “samurái”. Si, samurái, amiga. Ya te dije que era un rarito, debiste creerme.

Está desnudo ahora, como yo. Se echa otro trago, me pasa la botella. Tomo un poco, se la devuelvo. “¿Qué haces desnuda?”. “Me entraron ganas”. “Ah”. Se acerca, se lanza sobre mí. Caemos al suelo, está frio. Me acaricia.

Me mira a los ojos. Está ebrio., amiga, pero no es por el alcohol que ha estado bebiendo desde las seis… Lo ha embriagado su propia desnudez.

Me besa los labios, me toca, me dice cosas lindas. Amiga, no sé qué hacer. Se detiene, se pone de ´pie. “No, no, no. Es que eres demasiado púdica. No basta con desnudarte, si estas acompañada solamente por unos muertos”. “¿Qué quieres que haga, entonces?”. “Es que eres demasiado púdica”. “No es cierto eso, soy muy sucia”. “No lo suficiente, linda”. “¿Y por eso es que no me vas a tocar más?”. “Es que eres muy púdica”. Quiero que me toque, que me clave su miembro sin piedad, que me haga sentir bien. “Tócame”. “Es que eres púdica, mamita”. “Hazlo igual”. Se acerca, lo tomo por los cabellos y lo beso. Se lanza sobre mí una vez más, caemos al suelo. Me besa la boca, me acaricia. Yo le abrazo y le beso, estoy feliz. Ay, amiga, qué felicidad la mía.

El agua cae como cae el agua de las duchas: ni muy fuerte ni muy suave, salpicando y haciendo un sonido de fondo que no llega a ruido. Estás tú, tirada en el piso apretada, con las piernas ligeramente flexionadas para entrar en el piso de la ducha, tu sexo expuesto. Imagina una cámara ligeramente explicita (onda hardcore pero más europeo que americano, mas artístico que de negros con miembros enormes). Tú comienzas lentamente a frotar tu sexo, te humedeces y tu humedad se mezcla con el aire ligeramente neblinoso por el vapor del agua caliente que rompe contra el suelo con el ismo ímpetu que antes. Tu aprisas la acción de tu mano poco a poco, el agua salpicando las baldosas marca una especie de absurdo e inentendible ritmo. Los dedos comienzan a entrar poco a poco al interior de ti, tímidos en un principio. Pero la fuerza del momento te lleva, y tu cabeza se desliga, y entras en una especie de ataraxia pervertida y hermosa. Estiras tur piernas, que chocan con las paredes, para darle más campo a tus manos. Expones tu sexo ligeramente más, todo comienza a sentirse más caliente, El sudor de tu rostro se mezcla con el vaho perverso de la ducha. Tu mano libre encuentra tus senos turgentes, llenos, sensibles. Juegas con ellos, te dejas llevar. La lluvia artificial cae sobre tu pecho y se desliza hasta tus partes. Tu vas cada vez más rápido, más despegada del mundo, mas allá que acá. Te sientes llena de ti misma. En tu mente pasan las mil imágenes, aquella vez que cualquier amigo te conto una historia de tildes picantes. Todos los libros, todas las letras de salsa, merengue. Todos esos boleros perversos… todo tiene sentido. Te relajas. El ritmo rápido se apacigua paulatinamente. Ya la habitación se acostumbro al nuevo soundtrack de tus gemidos. El ritmo que marcaba el agua ya no interesa, no interesa. El agua no existe, el agua es tan tu como todo en esa ducha. Los gritos hermosos cada vez más fuertes y tú en el piso siento hermosa, sintiéndote hermosa. Tus dedos entran y salen, juegan en tu sexo. Sientes calor de ti porque todo eres tú. Todo. El grito colma las paredes. El vapor ya no es vapor de ducha, es vapor de ti. Y te gusta. Finalmente, con unos últimos movimientos frotas tu sexo, te detienes y abres los ojos. La realidad te entra por los ojos. Tanteas las paredes para encontrar el mundo, el mundo que no eres tú. Ya no interesa. Cierras la ducha y frotas tus seos por última vez. Siguen llenos, calientes, sensibles, hermosos. Te pones la toalla como un mero trámite, un contrato social que nunca firmaste. Pero no interesa. Sales de la ducha, te acuestas en la cama, palpas tu sexo, te estremeces, miras por la ventana. Afuera una vieja pasea a su perro, fin de la historia.

Esas cosas me decía él, amiga.

Sus caricias se sienten tan bien… ¡Ah! Qué delicia. Está acariciando mi sexo con sus dedos. Siente la humedad, me sonríe. Yo le sonrío al placer, no a él. Ya no. Entonces me vuelve a besar la boca y me separa las piernas mas, quiere que lo rodee con ellas. Creo que él, a pesar de todo, quiere sentirse abrasado por mis piernas caribeñas, amiga. Entonces su miembro me penetra y el deja de ser hombre, y yo dejo de ser mujer. Somos solo animales ahora, amiga. Solo pedazos de carne que buscan placer. Ay, amiga, qué rico se siente su miembro dentro de mí. Me hace tan feliz, amiga. ¡Ah! Es en verdad delicioso. Qué bien se siente, amiga. Es tan bueno, tan bueno. ¡Ah! Me domina, me embiste como una bestia. Y mi cuerpo, temblado, lo busca a él, pidiendo más. ¡Ay, ay! Esto es demasiado. Amiga, ¡esto es como estar en el cielo! Es tan bueno, amiga, tan bueno. Podría morir así, pero no quiero que acabe jamás. ¡Ay, ah! Amiga, ¡ah! Me estoy volviendo loca. Lo amo, amiga. ¡Ah! Amo a este hombre. ¡Ah, ay, ay, ah! Juega con mis pechos, qué lindo. Los lame, los saborea. ¡Ay! Me mordió amiga, muy fuerte. Pero, ¡qué bien se sintió eso! Quiero que me muerda mas, que me muerda toda. ¡Ah, ah, ah, ay, ah! Qué bien se siente, amiga. Se tiente tan bien, tan bien. Podría morir así, amiga. Esto es bueno, muy bueno. ¡Ah! Es muy agresivo, me encanta. Siento que quiere matarme, me siento a punto de morir. Sí, amiga, de placer. Esto es lo más bueno que he experimentado. ¡Ah! Su miembro… Amo su miembro, amiga. Me hace sentir demasiado bien. ¡Ah, ay! Ya no puedo más. ¡Ah, ah, ay, ay, ay, ah, ah! Mis piernas están temblando, lloro de desesperación. Me desespera tanto placer. ¡Ah! Me vuelvo loca. ¡Ah, ah, ah, ay, ah, ha, ay! Se detuvo. Respiraciones agitadas.

Lo miro, el mira a otro lado. Qué lindo que se ve el, amiga, así echado sobre mí, desnudo y con su miembro aun dentro mío. Se ve hermoso. Sonríe, me mira, me sonríe. Sonríe para mí. “Te amo”, dice él. Yo callo, estoy demasiado feliz como para articular palabra alguna. “Te amo, María”. Sonrió, me mira aun. Sonrió para él. “Te amo”, le digo. Suspira, saca su miembro y se echa a mi lado. Me abraza, me besa la frente. Ay, amiga, tiene la sonrisa más hermosa. Su sonrisa es la más bella en todo el mundo. Lo amo.

Pasan unos borrachos. O endemoniados, yo qué sé. Rompen botellas en la calle, hacen ruidos extraños. Se van. Él se pone de pie, se viste. Busca mi ropa en el zafacón, me viste. “Vamos”. “¿A dónde?”. “A casa, María”. Me toma de la mano, salimos del Parque. Los Padres de la Patria lloran el mal de amor. Afuera un perro pasea a su vieja, fin de la historia.















Nota: El parrafo escrito antes de la frase "Esas cosas me decía él, amiga", desde "El agua caía..." hasta "Fin de la historia" no fue escrito por mí. Es una anécdota que me contó, con mucho amor, mi amiguito Jaime. Eso.

2 comentarios:

  1. No se si sea el kamasutra o la mejor obra que he leido en años!! pero lo que si se es que me encanto! sigue asi, no te detengas! tienes futuro en esto ;) !!

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