Mi mes de abril, adorado mes, toda una vida... ¿Quien fue el malvado que te arranco de mi regazo? ¿Quien se atrevio a dejar un espacio vacio en mi vida, haciendo que todo pierda sentido?
Mira, abril mio, al celoso diciembre que, con sus frías brisas y la semilla de sus entrañas, te provoca para que intentes recuperarme. Escucha, mes de adorada soledad, la melodía perteneciente al tiempo que nunca existió, y llama padre a este tiempo, pues ha sido disociado para darte a ti la vida.
Agradece, dolor narcisista, a el pecho que te alimenta, llamado utópico por sus propios méritos, no su patria.
Abril se me ha escapado en un suspiro, se ha marchado con el décimo-tercer mes que, al igual que mi incasto tiempo de amargura, nunca existió para aquel de corazón abatido, aquel que le busco en la nada, aquel que sabe que abril es una puta...
Y tu, tiempo inexistente e indeleble, ladrón de sueños, ladrón de lagrimas puras, ladrón de vidas enteras... ¡Deberías estar avergonzado! Me has hecho pensar que tal vez, solo tal vez, valió la pena no vivir lo que me traiste en bandeja de plata, que tal vez lo que necesito no es un nuevo abril, sino a ti... ¡Maldito seas, ladrón de toda esperanza! ¡Me has robado mis agallas, me has robado la inocencia, me has robado el mes de abril!
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