Ay, amiga, si te cuento… La vida aquí es dura, el aire es pesado y el agua sucia. Te digo, es realmente dura la vida aquí. Cuando una tiene hambre, tiene que ir al pueblo, que es una caminata de cuarenta y cinco minutos a pié, a comprar para lo que dé la quincena. La vida aquí es dura, muy dura.
Y cuando una se encuentra con un tipo, una, por desesperación, siempre cree que se la van a llevar de vuelta para la capital pero no, la usan a una y se van. Qué vida la mía aquí, siempre dura, muy dura. Entonces una quiere morirse de la vergüenza porque el tipo que creías que te iba a llevar a la capital resulta ser el hombre de tu prima y entonces ella se entera y se lo cuenta a la familia. Te digo, aquí todo es duro.
Aquí el sol siempre está ardiendo, sin importar la hora. Hay veces en las que llueve, pero la tierra se pone pastosa y una no puede ni salir a bañarse. Y entonces cuando se seca, se quiebra y una tiene que comenzar todo el trabajo desde el principio. Las cosas aquí son duras, amiga, aún más duras que cuando el rio nos comió la casa y el agua nos llenó los pulmones. Demasiado duras, diría yo.
Ay, amiga, qué vida ni más dura.