-¿Piensas en mi? — pregunta la chica al chico.
-Claro, todo el tiempo. — responde éste serenamente.
-¿Que piensas? — dice mientras lo mira atenta.
-En tus mejillas sonrosadas, tu brillante sonrisa, en que siempre sabes como hacerme reír... eres mi perdición, Minerva.
La misma patética escena del cuanto de hace seis putos años. Realmente aburre ver a la gente cayendo a los pies de algo tan estúpido.
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Me pidió que guardara silencio y comenzo a acariciarme. Lentamente me llevo a la cama entre besos, dispuesto a poseerme. Le dije que estaba todo mal, ``te dije que callaras´´ fue su respuesta.
Lo que me hizo y le deje hacer no puede ser comentado, así intentaremos salvarnos de tan severo castigo que nos corresponde.
Luego de haberme dejado desnuda y exhausta sobre la cama, comenzo a encender cigarrillos y, en vez de fumarlos, lo ponía en el cenicero y los dejaba consumirse. Reflexione un buen rato acerca de si estaba viva o si había llegado la muerte a mi existencia y llegue a una clara conclusión: necesitaba al menos un trago de coñac.
Intente comunicar mis deseos diciéndole: ``Quiero coñac. Quiero coñac, Robertico. Y que los hombres sean putas y se llamen Gina, cariño entre ellos y que las mujeres hablen de Charlie mientras visten sus trajes grises y negros´´. Su respuesta fue: ``Y yo quiero que te calles de una vez, cuero ´el diablo´´. Luego le vi volverse y continuar encendiendo cigarrillos y dejándolos consumirse en el cenicero.
Cuando desperté al otro día, ya Robertico se había ido, y yo había vuelto a ser Minerva. Y había vuelto a ser mujer.
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Roberto me seguía al jardín trasero todos los días a las seis para ser Cristian y Lucia, los actores de películas con mucho drama y aun mas sangre, y de allí nos perdíamos en el Amazonas y veíamos a Frida haciendo lagartijas a la luz de la luna.
Lo que mas me gustaba de ser Lucia era cuando coincidíamos y me encontraba con un medio Cristian y un medio Paul y había agujeros en el tiempo, y el era mi muerte y mi pasión, y yo lo besaba a las malas y el me escupía en el rostro. Amaba, además, cuando me apuñalaba y yo sangraba hasta recuperar el aliento y el me llevaba hasta la puerta y yo le decía hijo de puta y me levantaba la falda y mangabamos en el pasillo y el me decía cuero y yo le mordía la oreja izquierda, se que el amaba que le mordiera la oreja izquierda.
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El le estaba encontrando algún sentido a la vida al ver las cenizas de un cigarrillo que jamas fue fumado, mientras, yo me convertía en heces de burro.
Yo siempre le permiti usarme, aun si no tenia ganas, pues promesas son promesas y Miguel Ángel no es maricón.
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Cuando me paro en esa esquina, la que esta justo al frente del colegio y justo al lado de la parroquia, los hombres me ven y me creen puta, porque aquí no se es cuero sino puta, y yo cuero no soy. Con los ojos me arrancan la inocencia y termino siendo lo que ellos quieren que sea, una menor muy chibirica, exageradamente no cuero pero si puta.
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-Mami, quiero coñac
-No, hija, que el coñac es pera ricos.
-¡Al diablo con la doña y sus cabellos rojos, que se jodan los ricos!
Lo que me faltaba. Además de tener una tipa bien puta, vulgar, también tengo que tragarme el que se cotice. ¡A la mierda!
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Robertico me lanza una chatica y me dice que ese es mi coñac, que lo disfrute y yo lo mando a que se joda y se vaya a la mierda y el me dice: ``Gina, cariño, tienes un culo de diosa´´ y me besa y se quita la chaqueta gris y me dice: ``No te abrigues del calor, culo de diosa, que te me vuelves cantante y te me vas con un `jo e puta llamado Charlie´´ y yo lo golpeo y el sonrie y yo le digo que su nombre es Charlie y el me dice que esas son mentiras, que el es Robertico y que esta aqui porque Franklin y Maria lo enviaron. Yo me pongo de pie, me visto, le lanzo un paquete con treinta papeletas de las azulitas, le digo zorra y me voy.